La ciudad de Taxco Gro., una de las más hermosas de nuestro país, toda la vida se ha caracterizado por contar con una fuerte tradición platera, la cual ha llegado a tener una fama internacional.
Sin embargo esta ciudad colonial tiene otra fuerte tradición: la industria panadera, que ha mantenido su estilo y calidad desde tiempos coloniales, y ha logrado unir los nuevos materiales y técnicas con los métodos tradicionales de preparación.
En el municipio de Taxco, uno de los momentos más hermosos de esta industria se lleva a cabo el día de muertos. Cuando cada familia manda hacer su propio pan.
La tradición comienza desde los materiales: los abarroteros del pueblo preparan los ingredientes para la elaboración del pan, ellos venden paquetes, coloquialmente llamados “arrobas”, que corresponden a 10 kilos de harina, más todo el material necesario para su preparación: levadura, huevos, sal, mantequilla, etc., y los ingredientes extras, en los que cada familia aporta su tradición, algunas escogen las pasas, otras con extra canela -La tradición de mi abuela era simple: nueces con un toque de canela y huevo extra-.
Después de comprar las arrobas, cada familia lleva las materias primas a su panadero de confianza, y en una relación casi personal, se ponen de acuerdo en la entrega y preparación. En este momento también se aportan los toques de originalidad que dan el sabor: horno de leña o de gas, tamaño y forma de los panes; además de los tradicionales de dulce, se preparan los “toches” que son panes blancos en forma de calaveritas y huesos. También se pueden hacer los “tlaxcales”, unas deliciosas galletas de maíz.
Es tanto el trabajo que tienen los panaderos en los días previos y durante la celebración de los muertos que las panaderías dejan de producir el pan común de manera regular -Si buscas teleras o bolillos en estas épocas no las encontrarás -.
El momento de la entrega del producto es otra tradición, las panaderías en estas épocas trabajan las veinticuatro horas, por lo que el pan puede ser entregado a cualquier hora del día. -Uno de los mejores momentos de mi infancia es ir de madrugada con mi familia a recoger el pan de muerto, su olor, el calor de los hornos, ver la preparación, y sobre todo el sabor de pan recién salido, son recuerdos que a los taxqueños siempre nos esboza una sonrisa-.
Aproximadamente cada familia manda a hacer una arroba, otras incluso más, con la que se producen más de cien panes de tamaño mediano. Algunas piezas se ponen en las ofrendas. Pero la gran mayoría de los panes son para regalar: entre las propias familias, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. -Con la cantidad de pan que mandaba a hacer mi abuela, más la que nos regalaban, recuerdo haber comido pan de muerto por semanas-.
Con este tipo de tradiciones de producción personalizada es que nuestro país mantiene sus raíces. Además de que nos permite mantener fuerte a la industria panadera, afianza nuestros lazos sociales desde el corazón, y sobre todo de nuestros estómagos.
Fuente: Redacción
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