Durante los primeros meses no se aplicarán sanciones
La Ciudad de México, una de las más grandes de Latinoamérica, inicia este 2021 con la pionera ampliación de la prohibición de plásticos de un solo uso, los llamados productos desechables que en esta metrópoli y en el país son de uso corriente entre negocios y consumidores.
Con esta disposición el Gobierno de la capital mexicana busca reducir el consumo y comercialización de plásticos no biodegradables y colocar a la metrópoli como una ciudad sustentable.
Esto incluye tenedores, cuchillos, cucharas, palitos mezcladores, platos y popotes o pajitas.
También cápsulas de café, bastoncillos para hisopos de algodón, globos, vasos y sus tapas, charolas para transportar alimentos, aplicadores de tampones, "fabricados total o parcialmente de plásticos, diseñados para su desecho después de un solo uso, excepto los que sean compostables".
Con esta normativa entra la segunda etapa de la Ley de Residuos Sólidos que frena la comercialización, distribución y entrega de plásticos de un solo uso promovida por la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema) de la capital.
La legislación entró en vigor en el 2020 con la prohibición de la comercialización, distribución y entrega de bolsas de plástico en cualquier establecimiento de la Ciudad de México.
Ante el arranque de la medida, las autoridades de la capital mexicana han indicado que durante los primeros meses no se aplicarán sanciones y, por el contrario, buscarán que los ciudadanos se informen.
Un llamado a la ciudadanía
Para la especialista en consumo responsable y cambio climático de la organización ambientalista Greenpeace, Ornela Garelli, la nueva disposición "es una buena medida, que no solamente es aplicable, aún en tiempos de pandemia, sino deseable que se aplique", dijo en entrevista con EFE.
"Para ser efectiva, la medida requiere el apoyo de la ciudadanía por las prohibiciones más allá de evitar que podamos adquirir, comprar o aceptar estos productos nos invitan a transformar nuestro hábitos de consumo y transitar hacia estilos de vida más sustentables", agregó la activista.
Señaló que, aunque la prohibición va dirigida a comercios y empresas que venden plásticos o distribuyen de manera gratuita, "somos los consumidores los que estamos en el centro de este problema".
"Además tenemos un papel muy importante en lograr que en efecto se aplique la prohibición", apuntó.
Garelli consideró necesario que los ciudadanos ayuden a comercios y empresas "a llevar a cabo esta transición mediante el uso de productos reutilizables".
La propia organización ha indicado que en México se producen más de 7 millones de toneladas de plástico al año y el 48 % de este material se destina a envases y embalajes y aunque muchos de ellos son reciclables, no necesariamente terminarán siendo reciclados.
La Sedema precisó en un comunicado que para vigilar la norma la institución cuenta con inspectores, "pero quien más nos dice las cosas que están pasando en la ciudad es la gente".
La dependencia señaló que en el caso de las bolsas de plástico "en años pasados hubo un intento por retirar estas bolsas pero no se logró porque la industria se impuso y el consumidor no se comprometió".
Legislación a nivel nacional
En los últimos años, Greenpeace ha demandando que México debe contar con una legislación robusta a nivel nacional que prohíba el uso de plásticos de un solo uso o desechables por su grave impacto en los ecosistemas y la biodiversidad.
En el país al menos 20 estados de los 32 que lo integran han autorizado restringir el uso de plásticos de un solo uso, entre ellos Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua, Guerrero, Sonora, Durango, Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí.
Además, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Quintana Roo, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Tlaxcala, Hidalgo y la Ciudad de México han modificado sus legislaciones para prohibir o regular el uso de bolsas de plástico, popotes (pajillas) o artículos de unicel (espuma de poliestireno).
Según cifras de distintas organizaciones, en México cada familia en promedio desecha 650 bolsas de plástico al año, cuyo tiempo útil se ha estimado en 15 minutos, mientras que para su degradación se necesitan, como mínimo, 100 años.
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Fuente: EFE
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