Un tercio son innovaciones de universidades, otro tercio de empresas y el resto de independientes
Al año, nuestro país genera un promedio de mil 200 patentes, de las cuales una tercera parte son innovaciones de las universidades, otra tercera parte de las empresas y el resto de inventores independientes, refirió en entrevista el doctor Martín Pérez Santos, titular de la Oficina de Comercialización de Tecnología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
En México, una invención patentada se protege mediante un título expedido por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). De acuerdo con información de la página del IMPI, han recibido de enero de 2013 a julio de 2017 unas 79 mil 728 solicitudes para el otorgamiento de patentes, de las cuales cinco mil 875 son de mexicanos.
A nivel mundial, según el informe anual sobre los indicadores de propiedad intelectual, de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el año pasado Estados Unidos permaneció a la cabeza de los países que más patentes solicitan en el mundo, seguido de China. El organismo refiere que tan solo en 2016 recibieron 3.1 millones de solicitudes de patente de todo el mundo.
Transferencia e innovación
Las universidades en México tienen un papel preponderante en la generación de conocimiento, desarrollo e innovación, pero su cultura de protección a sus resultados todavía resulta un tema nuevo, consideró en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt el doctor José Luis Solleiro Rebolledo, miembro del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El académico indicó que en otros países es en el sector privado donde más conocimiento se genera en colaboración con centros públicos de investigación.
“En México, las universidades apenas están familiarizándose con la protección a sus invenciones mediante títulos de propiedad intelectual, y después de contar con esa protección ya se empieza a avanzar a la comercialización de ese conocimiento vía el licenciamiento de esas tecnologías o mediante otros mecanismos o modelos de transferencia tecnológica”.
El doctor Solleiro Rebolledo destacó que a pesar de que una tecnología funciona igual si está protegida o no, la ventaja de hacerlo es porque aumenta el valor de cambio mediante la protección, sobre todo si se comercializa ese conocimiento.
“El valor o precio con que puedes negociar es superior porque los títulos de propiedad te generan una exclusividad temporal, y exclusividad significa un monopolio legal sobre los productos de ese conocimiento, entonces te dará una posición ventajosa cuando vas a la comercialización, esa es la esencia de protegerse”.
Solleiro Rebolledo insistió en que debe de existir un retorno económico cuando se genera un desarrollo científico o tecnológico. En la UNAM, por ejemplo, indicó que existe un reglamento de ingresos que dicta: si hay un regreso de recursos por la comercialización de una innovación, 25 por ciento es para rectoría, 25 por ciento se destina a la facultad o instituto donde se generó la invención y 50 por ciento va al inventor, lo que representa un incentivo económico para seguir creando y fomentando la participación.
Sobre estas prácticas, la Ley de Ciencia y Tecnología en su artículo 51 establece el derecho que tiene el investigador a recibir una compensación económica que no representa conflicto de interés si desarrolló un invento, software, etcétera, y este se llegó a licenciar.
El doctor Martín Pérez Santos añadió que patentar una invención también permite que la empresa tenga una garantía al momento de invertir su capital, sin esta protección, afirmó, es prácticamente imposible que el sector privado quiera invertir en un desarrollo tecnológico.
Agregó que la patente, aunque se puede vender, mientras la conserva la universidad puede incursionar en otros modelos de negocio. Por ejemplo, mencionó el spin-off —empresa nacida como extensión de otra mediante la separación de una división subsidiaria.
“En la BUAP, actualmente tenemos el proyecto de generar dos empresas con patentes ya otorgadas; una se encargará de producir una formulación bacteriana para el crecimiento de las plantas y la otra es la producción de biodiesel mediante compuestos químicos llamados catalizadores y energía solar. Esta tecnología la estamos empatando con otra patente de ingeniería química, con el doctor Manuel Sánchez Cantú, la idea es crear un conjunto de empresas bajo el modelo de spin-off”.
Fuente: Conacyt
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